Capítulo 8
En el primer borrador, la historia terminaba ahí. No, en serio. No había capítulo 8 y el clímax era la escena anterior. Creo que había un desenlace corto de Kerr lamentándose por su patetismo y ya. Cuando se lo pasé a mi lectora cero, me dijo que la estructura fallaba y que ese no era un final digno. Así que me estrujé el cerebro para acabar con explosión en lugar de con… lo que quiera que fuese eso. A veces, los escritores hacemos unas cosas muy raras.
Bien, de vuelta a la historia: Kerr despierta con resaca, se lamenta por su estupidez pasada (lo que viene a ser un día normal en su vida) y echa unas partidas de Robo-flash mientras huye de su tripulación. El Robo-flash es la versión futurista del Candy Crush, el juego perfecto para los gamers casuales como Celia Villalobos o mi madre. Aunque Kerr no juegue a videojuegos, nadie puede resistirse al Robo-flash.
Después, Kerr recibe un mensaje de una mujer muy relevante en números futuros. Ariadne Jansen no es más que un nombre en esta novelette, pero… Bueno, ya lo veréis, que me acelero. Sólo diré que es un personaje al que le tengo mucho cariño.
De camino a la reunión, la Torr’Arrian, a la que Bahuer ha alertado del tracker, vuelve para cobrarse venganza. Cuando todo parece ponerse en contra de Kerr, Rurik aparece para salvar el día y todo sale más o menos bien. Insisto en el más o menos.