Capítulo 1

Arrancamos el número dos de la mejor manera posible: con algo de racismo casual por parte de Kerr dirigido a su especie favorita. Una de las críticas (o peticiones) que me han hecho son las escuetas descripciones de los alienígenas. Lo cierto es que, salvo los rae’loc, que son una especie muy humanoide, el resto tienen un aspecto más bien inefable a propósito. Si los alienígenas existen (y seguro que lo hacen, aunque sea a millones de años luz de aquí) probablemente no podamos describirlos con facilidad. ¿Cómo comparamos unas criaturas que no se parecen a nada terrícola? Aun así, me he decantado por unos alienígenas muy de andar por casa, muy de humanos con cinco kilos de maquillaje y con careta. Les tengo cariño a esas criaturas tan absurdamente cercanas. Los seres incognoscibles se los dejo a Lovecrat y a Lem.

Ariadne Jansen, la cliente que casi fue en el número anterior, aparece al fin en persona. Le tengo mucho cariño, la verdad, y conforme avance la historia se verá hasta qué punto es importante. Kerr demuestra que puede ser profesional de vez en cuando, sobre todo cuando evita el alcohol en exceso, y cierra un trato muy provechoso para ella. Hay gato encerrado, sin duda, pero el dinero quema en el bolsillo. ¿Y qué mejor manera de celebrarlo que salir de compras?

Uno de los aspectos principales de Kerr es que su vida se limita a luchar, beber y follar. ¿Cuáles son sus hobbies? ¿Qué hace cuando está de descanso? ¿Qué le interesa? Si su infancia y adolescencia hubiesen sido distintos, quizá lo sabría. Pero no hay mucho que hacer cuando vives en una nave y vas de acá para allá viendo a los adultos prepararse para matar y volver pletóricos cuando lo han hecho. La evolución de Kerr pasa por descubrirse a sí misma, pero por el momento sigue siendo una cría a la que le gusta hacer explotar cosas.