Capítulo 2
Los astronautas de la Estación Internacional necesitan ejercitarse para mantener el cuerpo en forma y evitar los efectos prolongados de la gravedad cero. La Athena cuenta con gravedad artificial, lo que permite a sus tripulantes moverse por su interior sabiendo dónde es arriba y abajo y beber directamente del vaso. ¡Son todo ventajas! Pero, aunque los agujeros de gusano y los motores futuristas permitan surcar las estrellas a velocidades ridículas, el cuerpo humano sigue necesitando ejercicio. Que fuese una nave mercenaria terminó de convencerme para instalar un gimnasio en ella. De nada sirve ir de un lado al otro del universo para combatir si cuando lleguen tus mercenarios estarán flojos y entumecidos, ¿no?
Además, un encuentro en el gimnasio es una excusa perfecta para desplegar la tensión sexual: por eso este capítulo transcurre en uno. Kerr quema adrenalina y Kirsten echa unas carreras (una afición que más tarde se volverá relevante), y de paso recordamos dónde se habían quedado. No es ningún secreto que estas dos se gustan; ya las vimos flirtear en el número anterior (aunque Kerr provocó que acabase en desastre). Y mientras que Kerr está mortalmente avergonzada por revelarle algunos de sus secretos más íntimos, Kirsten opta por la salida madura y le asegura que todo está bien. Lo que no ayuda a Kerr en nada, por otro lado, y ésta sigue más caliente que el palo de un churrero.
Creo que Kerr desarrolla una atracción tan fuerte por Kirsten después del anterior número porque, después de todo, han llegado a cierto nivel de intimidad con ella. Para Kerr, la intimidad está intrínsecamente relacionada con el sexo (algo muy relevante dado que es casi la única intimidad que tiene con alguien, como veremos más adelante). Sumado al hecho de que Kirsten la rechazase y no la pueda tener (porque acostarse con subalternos es mala idea, como ha aprendido), la pataleta es aún mayor (y peor).