Capítulo 9
Kerr tiende a los excesos, así que cuando se siente mal bebe y folla mucho, o se da a las compras compulsivas. Esta es una pequeña muestra. Sin embargo, cuando recibe la ficha médica de Rurik se vuelve hacia su buena amiga la ginebra. Y, a pesar de ello, no consigue sentirse mejor.
Hace mucho que no pierdo a nadie tan cercano por fallecimiento (la última fue mi abuela materna, hace quince años), pero algunos lectores me han dicho que mi manera de plasmar el sentimiento de incredulidad y negación inicial es bastante acertada. Rurik aún no ha muerto, pero para Kerr se ha puesto en marcha la cuenta atrás. Demasiado abrumada como para entumecerse con sus métodos habituales, vaga hasta toparse con Kirsten, que le da exactamente lo que necesita: un abrazo.
Kerr y Kirsten son personas más bien solitarias cuyo contacto con el mundo exterior es artificial y rápido. Es lógico que se busquen mutuamente cuando necesitan cariño. Teniendo en cuenta que ya han roto la barrera de la intimidad física, la intimidad sentimental no tarda mucho en llegar. Lo malo es que en circunstancias como estas no es raro que se desarrolle dependencia. Y en Horizonte Rojo me gusta hablar de relaciones tóxicas en todo su esplendor y variedad. ¿Qué? Eh… Nada. Seguimos.
Probablemente esta sea mi escena favorita del número 2. Es en la que Kerr se muestra más vulnerable y en la que comienza a comprender que necesita amigos de verdad y comunicarse con ellos de forma efectiva. Es una persona que necesita afecto a paladas porque se ha visto privada de él en su infancia y adolescencia, y no termina de creerse que sea merecedora de él. Este es uno de los principales puntos de inflexión del primer volumen, y el cambio que genera en ella la acompañará el resto de su vida.