Escribir diversidad no es fácil

«Preguntan por Twitter que si tú crees que puedes tener un personaje principal que sea LGBTI (…)»

«Son cosas que surgen de manera natural con cada historia. Yo no lo descarto, para nada. Pero vamos, tampoco voy a ir a hacerlas así a propósito. No voy a escribir una historia para hablar solamente de un tema en concreto: lo principal es la historia. Si a raíz de esa historia ya aparecen otros temas, estupendo, pero cuando tú escribes una historia solamente para denunciar una cosa o para hablar de un tema en concreto, no estás escribiendo una historia realmente, estás haciendo un panfleto, no sé si me explico, y eso no es bueno tampoco.»

Laura Gallego tiene razón.

¡Toma clickbait! ¡Espera, espera, deja de hacer scroll para cagarte en mi ascendencia en los comentarios! Me explico.

Lo que leéis arriba, si tenéis Twitter y lo teníais ya hace tres semanas, es un fragmento de una entrevista con una de las autoras de literatura fantástica juvenil más importantes de España, si no la más importante de los últimos quince años. Yo la he leído, probablemente tú la hayas leído y los chavales que van hoy al instituto la están leyendo. Si tenéis Twitter (o Facebook) sabréis de sobra que se montó la Marimorena: hubo personas muy mosqueadas con las declaraciones que se lanzaron a llamar homófoba a Laura Gallego, otros que corrieron a defender a su autora preferida o su colega y otros, como yo, que preferimos quedarnos en un terreno neutral porque entendíamos a las dos partes.

Bueno, yo rechiné un poco los dientes porque justamente quería haber escrito este artículo y parecía que iba a surgir a raíz de la polémica. Y mira qué manera más estupenda tengo de huir de las polémicas que abrir el artículo con la cita de marras. ¿Molo o qué?

Cuando digo que entiendo a Laura Gallego cuando dice eso no significa que esté de acuerdo con sus palabras. No creo que Gallego sea una homófoba de las de agredir a parejas en la misma capital donde, en un alarde de disonancia narrativa de la realidad, se celebra este año el World Pride. Creo que es una homófoba como cualquier persona que se haya criado en este país y no haya pasado por el complicado y continuo proceso de deconstruirse. Homófoba nivel mi madre, o quizá la tuya. No pega palizas, no insulta y sí, hasta tiene algún personaje menor en su historia LGBT, pero cree que las narrativas sobre gente como nosotros son intrínsecamente diferentes a las de un personaje heterosexual o cisgénero. Como le han reprochado otros, el poliamor mágico interespecie bien, heroínas lesbianas no tan bien.

Sobre este tema han hablado largo y tendido otros (como Alicia Pérez Gil o Rafa de la Rosa) mejor que yo. No es por aquí por donde quiero ir.

Laura Gallego tiene razón en una cosa: si no le sale de manera natural, no tiene por qué escribir sobre ello. Si no le sale de manera natural, es muy probable que sea la última persona que debiera escribir sobre el tema.

Con el tema de la representación en la ficción, la inclusión de minorías y todas esas zarandajas progresistas y de la dictadura de lo políticamente correcto (jaja sí) se suele hablar sobre cuotas, publicidad y caras duras. Sobre cómo hoy en día si no hablas sobre todas las facetas del ser humano y retratas a cada copo de nieve especial, no vendes nada o peor, tienes a una muchedumbre enfurecida en tu puerta. Se habla de censura.

¡Se habla de censura!

Es muy improbable que, a día de hoy, alguien pueda censurar tus historias. Puedes escribir la fantasía más blanca y heterosexual del universo y publicarla con cero problemas. Lo puedes hacer a través de una editorial o de una plataforma de coedición, autoedición o lo que te dé la gana. Puedes subirlo a un blog gratuito donde, en tanto respetes las leyes y las normas de la plataforma, se te permitirá publicar lo que quieras. Puedes imprimirlo con tu propio dinero y repartirlo a las ancianitas que se te cuelen en la cola de la panadería. Si lo imprimieras en pasquines y lo lanzaras desde un avión, probablemente te multasen por ensuciar las calles, pero no por contar la historia que te dé la gana. Pensar lo contrario es hacer un ejercicio de aeróbic mental que ya quisiera Kasparov.

«Mira, Puri, mi nueva novela políticamente incorrecta. Soy un edgy».

Ahora bien. Tienes lectores. Lectores fieles y lectores potenciales. Y esas personas van a decir cosas respecto a lo que has escrito y lo que quieren que escribas. Y tú, como autor, tienes dos opciones: hacerles caso y mantener y obtener una audiencia nueva o pasar de ellos, perderlos y adquirir otra distinta. Si la cagas mucho y dices alguna barbaridad, pueden hacerte boicot y no comprarte los libros.

Inciso: ¿Sabes Orson Scott Card, el laureado autor de El juego de Ender? Dijo hace nueve años que el pueblo tenía derecho a levantarse en armas contra un gobierno que aprobase el matrimonio igualitario. Lleva diciendo esto al menos desde el 90. El autor de El juego de Ender, que sigue apareciendo en innumerables listas sobre libros de género. Tengo dos libros suyos (y bastante buenos).

Sigo.

Puede que la editorial escoja no pagarte el siguiente borrador al ver que te has cargado a tus seguidores (en sentido figurado, espero). Pero, ¿se te censura?

No.

Ve y publica en Amazon. Sí, la autoedición no es tan glamurosa ni vas a tener un sitio en el escaparate de La casa del libro, pero sigue sin ser censura. Que exista la libertad de expresión no significa que las editoriales tengan que morirse por tus huesos y arrojarse sobre tu borrador. Lo siento.

VALE. LO HEMOS PILLADO.

Ahora voy a escribir sobre lo que quería escribir desde el principio.

Cuando Laura Gallego (o cualquier otra persona que se niega a escribir x tipo de personaje porque no «puede») dice que no le sale de manera natural, no creo que mienta. Sinceramente no les sale, porque la gente diferente a ellos (que suele ser gente diferente al prototipo de humano que nos venden por televisión) tiene nichos narrativos dedicados. Las historias que les han contado que contenían esa «diversidad» eran historias monolíticas sobre la experiencia de ser [tipo de persona]. Cito a Virginia Pérez de la Puente en una discusión de Facebook sobre este tema:

«Llevándolo un poco al extremo… es como si los únicos «personajes seres humanos» de verdad fueran los hombres cisheteros blancos, es decir, los únicos personajes que son ALGO (el poli, el ladrón, el científico, el portero, el…) y el resto (mujeres, gente de otras razas, LGBTI) son menos humanos porque básicamente son eso (la chica, el negro, el gay…). Y de ahí que haya tantos problemas para muchos autores a la hora de meter esos personajes: porque no los ven como «el poli corrupto que además es negro», «la científica obsesiva que además es mujer», «la periodista inquisitiva que además es trans», «el médico ultracomprometido que además es gay», igual que ven a «el policía sarcástico que es hombreblancocishetero»… sino que solo ven a «la mujer», «el negro», «el gay», «el trans», y esa es la única característica del personaje y lo que lo define en TODAS sus dimensiones.(…)»

Ha dado tan fuerte en el clavo que nos hemos cargado la pared y ahora a ver dónde colgamos el cuadro.

Entonces, ¿cómo escribo sobre otra persona que no soy yo sin caer en todo eso? Estas son las preguntas que yo me hago:

¿Por qué quieres escribir sobre ello?

Es la primera pregunta que deberías hacerte y quizá la más importante. ¿Por qué demonios tendrías que alejarte de tu zona de confort cuando la vida es tan fácil? ¿Por qué exponerte a cargarla de cabo a rabo y ganarte la aversión de los lectores? ¿Por qué, en serio? Laura Gallego no quiere hacerlo porque no tiene motivos para ello. No le sale natural. Ok. Pero tú, ¿por qué quieres?

No deberías querer hacerlo por ganarte ningún pin. Me gustaría decirte que nadie te va a dar una galleta o te va a aplaudir por hablar de un grupo minoritario, pero alguien lo hará. Vale, aunque la idea te suene bien, no lo hagas por eso.  No lo hagas por ser más guay o por hacer tu historia más guay. No lo hagas por cuota. No lo hagas por vender. Hazlo porque quieres, de verdad. Porque te interesa. Porque quieres establecer un cambio.

Voy a darte un ejemplo personal. Sabrás que tengo una serie de relatos que subo a mi Patreon en la que narro las aventuras de un grupo de cinco aventureras. Creo que acababa de terminar el primer relato, en el que solo aparecían dos y se mencionaban a las otras tres, cuando salió Mass Effect Andrómeda. Una de las primeras críticas que se le hizo fue Hainly Abrams, (creo que único personaje trans de la saga) que básicamente te saludaba, te decía su deadname y te contaba que había tenido que dejar atrás la Vía Láctea para poder vivir como mujer. En el siglo XXII. Ya claro. En fin.

Cuando me planté a hablar con Hainly, me di cuenta del problema. Bioware, como muchos otros creativos, quieren ser diversos y dar voz a los grupos oprimidos. Guay. Pero quieren hacerlo sin comprometer su fórmula habitual, sin atreverse a colocar a un personaje trans en una posición narrativamente importante. Quieren que estén ahí, de fondo, pero no se atreven a convertirlos en un agente de la trama. No tienen tiempo de desarrollarlos para que la revelación sea orgánica, así que te lo tiran a la cara y corren mientras gritan «siglo veintiunooooooo».

krem
Dragon Age lo hace mejor. Krem es Krem primero y, después de que lo conozcas y en una conversación más o menos orgánica, descubres que es trans. Podría haberte contado desde el principio que en Tevinter querían matarlo por su condición y que Iron Bull lo salvó, pero no lo hace.

Mientras reflexionaba sobre ello en Twitter, me di cuenta de que yo tampoco lo había hecho. Me volví hacia mis tres chicas nebulosas y decidí que una de ellas sería trans. ¿Por qué? Porque no puedo exigirle a Bioware un cuidado que yo misma no me he planteado tener. Porque me preocupan mis amigas y conocidas trans, y las muchas desconocidas que no tienen un hueco en ninguna historia no monolítica.

De manera paralela, mi amiga Dikana (la menciono en cada post; voy a tener que cobrarle una comisión) se lamentaba sobre la falta de personajes asexuales involucrados en relaciones románticas. Y, dado que los otros dos personajes ace que he escrito o son arrománticos o no tienen una relación durante la historia, decidí que otra de mis chicas nebulosas sería ace y estaría en una relación romántica. Con otra de las chicas del grupo. Que además sería bisexual monógama y poco coqueta (en contraste a Kerr y Niala, otras bisexuales de mis historias. Me importa mi representación bi, qué pasa).

Ahí tienes el bingo.

¿Deberías ser tú quien escribiera sobre ello?

Esta pregunta no te va a gustar, pero es necesaria.

Sabemos que todo el mundo puede escribir sobre cualquier tema. Otra cosa es que se deba. Cuando se pertenece a un grupo privilegiado tendemos a creer que todos nuestros esfuerzos son dignos, necesarios y merecedores de atención, a veces más que los del grupo oprimido al que pretendemos ayudar. En mi opinión, hay experiencias que es mejor dejar que narren otras personas que las viven en primera persona. No solo su relato será más fidedigno y más «limpio», por así decirlo, sino que estarás dando pie a que una voz que tiene dificultades para ser escuchada hable.

En el panorama literario anglosajón este es un tema candente. Al parecer, la mayor parte de los libros juveniles con protagonistas racializados que detallan sus experiencias vitales están escritos por autores blancos. Ni los autores que pertenecen a esos grupos tienen espacio para escribir sobre sus experiencias ni las historias pueden huir de lo que llaman la «white gaze» o «mirada blanca», con lo que pierden autenticidad y la intención con la que se han escrito.

Cuando digo lo de personajes negros con white gaze no me refiero a esto, eh.

Esto no significa que no puedas escribir personajes que no sean como tú en todos los aspectos. Significa, creo, que deberías reservarte en algunos aspectos y saber qué historias no te corresponde contar. Ante la duda, habla con esas mismas personas cuyas historias quieres contar y trata de que te ayuden en todo el proceso de creación.

¿Estás preparado para escribir sobre ello?

A menudo suelo escuchar lo de que se puede escribir sobre personajes de tal o cual tipo si te documentas lo suficiente. Si me paro a pensar, la idea de que alguien se documente sobre chicas bisexuales como yo suena… raro. Suena a algo turbio. A algo que no sé si me termina de convencer del todo. Seguro que tiene que ver con el porno. En fin.

Cuando yo he querido escribir sobre personajes trans o ace no me he documentado. No he asaeteado a nadie a preguntas ni me he infiltrado en un foro abierto para gente trans o ace. En lugar de eso, resulta que soy amiga de un par de personas ace y trans y llevo años leyendo lo que tiene que decir gente del colectivo en sitios como Tumblr o Twitter. Calladita, escuchando. Absorbiendo. Aprendiendo. Reconociendo a personas individuales con sus problemas únicos y personales y dándome cuenta de que el colectivo está formado por individuos y que tienen que importarme uno a uno para poder hacerles justicia.

Hoy en día, hacerte una idea de cómo ven la realidad otros es gratis y está al alcance de la mano. No hace mucho tuve una discusión en Twitter sobre si el feminismo tiene términos que apartan a la gente de a pie y mi conclusión fue que si el estudiante no pone de su parte, no hay maestro que valga. Yo, como persona antes que como escritora, me preocupo por lo que tiene que decir la gente diferente a mí. Creo que es una manera de crecer, la manera más justa de vivir. Intento escuchar y aprender, y desaprender lo que otros me han enseñado antes.

Mi pensamiento se ha ido modelando gracias a prestar oído a la gente que contaba sus experiencias de primera mano. Escribo en base a ello, tratando de reflejar específicamente lo que quiero contar. Y, después, se lo paso a las personas cuyas experiencias se parecen a las que describo para que me den su opinión al respecto. Son los «lectores sensibles» o Sensitivity Readers, y no se trata de que me censuren: se trata de que me ayuden. Mi intención es la de no sacar un texto plagado de errores y estereotipos que resulte dañino para la comunidad a la que pretendo echar una mano.  Que estas personas me lo señalen es lo que me ayuda a mí a obtener lo que estoy buscando. Mary Robinette Kowal habla del tema aquí.

Uno de estos lectores sensibles me dijo, antes de leer el relato, que nunca conseguiría escribir algo que gustase a todas las personas trans. Otra lectora me dijo que ella me daba su opinión en base a su experiencia, que no era monolítica. El relato les gustó a ambos y me dieron el visto bueno en cuanto a la presentación del personaje trans, pero quizá mañana una tercera persona lo lea y no le guste porque su experiencia es totalmente distinta. Como dice Hurley, puedes escribir sobre lo que quieras: después tienes que poder dormir con las consecuencias.

Y ahí está uno de los puntos más importantes de todo este asunto: te tiene que importar de verdad el tema que estás tratando, porque si te desentiendes del efecto que tendrá tu historia sobre la comunidad que pretendes explorar, ¿para qué demonios lo has hecho en primer lugar? ¿Para anotarte el punto? ¿Para ser guay y moderno? Creía que habíamos quedado en que eso no era lo que había que hacer.

Pues por esto es por lo que Laura Gallego tiene razón. Laura Gallego ya se ha respondido estas preguntas y ha decidido obrar en consecuencia. Bien. Se le pueden reprochar los sesgos, se le puede criticar que no aproveche su prominencia en la literatura juvenil para normalizar y se puede establecer una conversación interesante al respecto. Pero, la verdad, prefiero que no sea ella la que escriba algo sobre gente como yo. Prefiero que lo haga otra gente. Gente como yo. Gente a la que le importe la gente como yo lo suficiente como para narrar historias sobre gente como yo con el mismo interés y respeto con el que escribiría su propia historia.

¿Y tú qué prefieres?

12 comentarios

  1. Patric dice:

    Muy interesante el artículo. Sin embargo quisiera romper una lanza a favor de los autores que construyen personajes LGBTI prácticamente unidimensionales. Sospecho que se debe a un esfuerzo especial y consciente para detallar esa faceta en concreto del personaje. Creo que se pretende evitar que esa faceta parezca una impostura o un cliché, quizás también narrar algo que no se comprende del todo de modo creíble y (sobretodo) intentando no ofender a nadie. Se hace con tanto esfuerzo (que no acierto), que esa faceta acaba abarcando casi todas las palabras que caracterizan a ese personaje… Consiguiendo, paradójicamente, el efecto opuesto al deseado.

    Por otra parte, las personas homosexuales y bisexuales con las que me relaciono a diario me han dado una visión de lo que implica determinada identidad de género para una persona en nuestra cultura (implicaciones sociales y los ecos de éstas en la forja de su personalidad). Aunque gran parte de mi percepción proviene de hablar con ellas del tema, dudo que pueda alcanzar un nivel de comprensión similar (ya de por sí limitado) simplemente accediendo a testimonios de otras personas. Así, documentarse (es decir, conocer y charlar con personas de determinada orientación al respecto de ésta) me parece indispensable para que un hombre hetero pueda crear personajes LGBTI creíbles (y algo para nada relacionado con la pornografía, aunque supongo que esto era una broma).

    Por supuesto, si la acción está ambientada en una sociedad fantástica o inventada, este paso puede no ser necesario.

    • Rocío dice:

      Precisamente lo que intento decir es que la mejor manera de entender a un colectivo es relacionándote con sus miembros y escuchando en silencio lo que tienen que decir, no por interés literario sino porque la vida es así. No hacer amigos para escribir, sino escribir porque tienes amigos. Hacer lo contrario es… turbio.

      Que sea fantástico no significa que no arrastremos con nosotros algunos clichés culturales.

      • Patric dice:

        «No hacer amigos para escribir, sino escribir porque tienes amigos. Hacer lo contrario es… turbio.»

        Completamente de acuerdo 🙂 No te había entendido bien

  2. Ángel dice:

    No puedo extenderme mucho (ojalá; mereces un comentario más largo), pero una amiga acaba de pasarme este artículo y no puedo estar más de acuerdo. Además, subrayo lo que comentas que está pasando en la literatura anglosajona porque es exactamente lo que ocurre cuando se le exige un cupo de diversidad a personas a las que no les importa demasiado, o les importan las medallas, o directamente les cuesta escribirlo: un montón de historias sobre gente marginalizada escritas por gente en posiciones de más poder, y las historias de esa gente marginalizada hablando de sus propias experiencias pasan desapercibidas. Respeto la decisión de Laura Gallego, aunque si no se ves capaz de incluir diversidad de este tipo, siempre puede apoyar a los autores LGTB españoles que luchan con uñas y dientes por publicar y/o vender. Esas acciones a veces cuentan mucho más.

    • Rocío dice:

      ¡Gracias por responder!

      El tema de ocupar puestos que no nos corresponden es peliagudo, porque a veces el problema surge de las buenas intenciones y complejos que no nos hemos quitado como parte de los grupos dominantes (como ser los salvadores blancos, por ejemplo). En España todavía no ha pasado esto, pero antes o después pasará. Y sí, toda la razón: Laura podría apoyar a esos autores que sí que se mojan (como podemos todos).

  3. Completamente de acuerdo. Yo también me mantuve un poco en zona neutral con toda esta polémica, porque entendía su postura y creo que sus palabras se sacaron muy de contexto. También es cierto que, sabiendo que muchos de sus fans son LGBT+, podría haber tenido más tacto, pero bueno, es normal que habiendo crecido en una sociedad como esta, estos detalles se le pasen por alto.
    Otra cosa que creo que sucede con escritores/as cishetero es que hay una especie de miedo a ponerse en nuestro lugar ‘hasta el final’. Imaginarse una historia sobre un dragón macho que se enamora de una humana les puede resultar fácil, al fin y al cabo, los dragones no existen. Pero ¿tener que imaginarse que se lían con alguien de su mismo sexo? Eso es ya demasiado, pensarán que si se lo imaginan, lo mismo es porque en el fondo les gusta y quita, quita…
    Al menos, esa es la impresión que me da muchas veces, no sé si a alguien más le pasará.
    Un saludo!

    • Rocío dice:

      Yo no creo que se sacaran de contexto, porque lo que quieren decir sus palabras es problemático en sí, pero sí que se la acusó de cosas que no había dicho. Me parece que pedirle a LGG más representación LGBT es algo válido, sobre todo teniendo una fanbase tan joven, y no es la primera vez que dice algo así.

  4. Lux Navarro dice:

    No puedo estar más de acuerdo contigo en este artículo.
    Quiero decir, la polémica de Laura Gallego tiene los dos puntos, es una señora con sus buenos 39 años y es entendible que escribir un personaje no cis hetero no le salga natural pero por otro lado debería plantearse empezar a familiarizarse con algo tan natural como es el espectro de la sexualidad.

    Por otro lado, GRACIAS. Gracias por decir que el colectivo LGTB no somos un reclamo publicitario ni un pin para que el escritor pueda ponerse. Es necesario que se nos introduzca en historias pero que se haga desde la naturalidad, que se nos trate como personas en vez de como clichés o como personajes a medio desarrollar, porque cuando eso pasa estamos un pasito más cerca de la normalización.

  5. Aprender desde las sombras es bien, me alegra no ser el único acechador de información sobre personas que viven la vida de forma diferente.
    Te quería hacer una pregunta, ¿dónde está la línea entre el queer coding y sencillamente tener personajes queer malos? ¿O entre matar a un personaje principal gay y el bury your gays? Porque sí, podemos argumentar que la trama lo ha pedido así, ¿pero podemos tener la certeza de que es por eso y no por nuestros sesgos y fobias?
    No sé si lo estoy exponiendo bien, demasiadas cosas en la cabeza y muy poco espacio.

    • Rocío dice:

      Sobre el queer coding está el claro ejemplo de Jafar: aunque demuestra tendencias heterosexuales al querer casarse con Jasmine, su diseño y gestos son propios de un personaje queer estereotípico, como es el caso de Scar, Ratigan, Garfio, el malo de Pocahontas e incluso Úrsula. Lo que se utiliza para caracterizarlos como malos o indeseables no son solo sus acciones, sino su aspecto y manera de moverse y hablar, por lo que hay una relación directa entre su queerness y su maldad. Si tienes un personaje queer que es malo, no estás haciendo queer coding porque es sencillamente queer. Otra cosa es que justo el villano sea el único pj queer de la historia. Ahí ya puede haber problemas.

      Sobre matar a un personaje gay sin caer en el bury your gays… Bueno, es una fina línea que muchas veces no está clara. Hay expresiones de bury your gays que son flagrantes, sobre todo cuando se trata de chicas: está el caso de Los 100, en el que en la escena siguiente a que las dos tías consumen su amor, una muere por una bala perdida. Sería muy distinto si la muerte de Lexa fuese parte de un propósito más grande o de su arco dramático. Como no lo es, su personaje y su felicidad se convierte en desechable. Yo diría que para evitar este tropo no hay nada mejor que meter muuuuchos otros personajes queer. Así, si se te muere uno, tienes unos cuantos más.

  6. Rika dice:

    Creo que es una buena reflexión todo lo que comentas en este artículo. Al principio he empezado a negar con la cabeza, pero luego he recordado todas las veces que he deseado que ciertos autores (ya sea de libros, manga, películas o videojuegos) no incluyeran mujeres en sus historias porque decir que lo hacen mal es ser amable. Me repugna tanto el tratamiento y la inclusión que obedece al “tiene que haber mujeres” que suplico porque se olviden de ello. Así que supongo que era hipócrita por mi parte no reflexionar a fondo sobre esto.

    Con todo, mi problema concreto con Gallego no es que no escriba, es cómo lo dijo y qué implicó. Como comentas, hay gente que incluye personajes LGTB+ por ganarse el pin. Pasa mucho en la literatura YA. Pero Gallego dio a entender que en sí se hace por panfletismo. Es lo que, al menos a mí, me enervó. Pensar que un autor no es capaz de considerar personas a gente de otras sexualidades porque incluirlos no sale natural y es puro panfleto (y que pedir que salgan, como dijo en otra declaración, es casi censura porque si no lo hace no es “moderna”. Vamos, que incluir a gente no-hetero es una moda) lo vuelve indefendible a mis ojos.

    Hay autores que no deberían escribir sobre ciertas cosas. Siempre pasará lo mismo. Pero ojalá pusieran un poco de su parte en ser menos hipócritas y pensaran un poquito en lo insultante que es lo que dicen (o se atrevieran a pedir perdón por decir algo “malinterpretable”, vaya).

    Así pues, tienes razón y me gusta en especial la reflexión final de tu artículo y sobre que te tiene que importar lo que haces uwu <3.

    Atte. Rika~

    • Rocío dice:

      Nah, en realidad no estoy defendiendo a Gallego, sino tratando de explicar cómo no caer en su trampa. Si fuera por mí, estaría feliz de que hubiese inclusión y diversidad en tooodas las historias. Pero luego me topo con los estereotipos más dañinos, o con un bonito caso de Bury your gays, y se me ajan las carnes. Tampoco tiene por qué ser dañino: es que se nota cuándo lo haces por el pin y cuándo lo haces por interés real, y el primero me hace poner mucho los ojos en blanco. Por supuesto que las palabras de Gallego son problemáticas y, la verdad, a mí no me importa si mete o no pjs LGBT en sus historias porque ya no la sigo, pero me alegro de que no lo haga porque mira, p’hacerlo mal, déjalo quieto. Ya nos ocupamos los «panfletistas». Y manda narices que haya filólogos que todavía no sepan lo que quiere decir de verdad la palabra «censura».

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