Categoría: Fantasía

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5 cosas que los escritores pueden aprender de El Ministerio del Tiempo

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Debo de ser de las pocas personas a las que les gusta de verdad el cine español. Me gustaba desde antes de que fuera cool, antes de Celda 211y de Ocho apellidos vascos. También me gustaban las series españolas. Hasta vi Hispania, a pesar de que los capítulos fuesen eternos y saliese Juan José Ballesta. Es que había romanos…

Ni qué decir tiene que, cuando se anunció El Ministerio del Tiempo, no supe si alegrarme o santiguarme. No estaba segura de que quisiera ver una gran idea destrozada por el canon español, pero sabía que las series de RTVE tenían muy buena producción. La última histórica que intenté ver fue Águila Roja y tardé media hora en cambiar el canal. ¿Me atrevería con esta?

De repente, mi TL de Facebook se llenó de elogios a la serie. En Tumblr hasta hacían fanarts, y en blogs roleros se hacían aventuras ministéricas que servían además para enseñar historia. Para una serie española, eso es grave. Así pues, en marzo del año pasado, me puse a verla… y me encantó.

Después del capítulo de este lunes y en una inspiración de esas que brotan en la ducha, me di cuenta de la lección que pueden darnos Olivares y su gente sobre esta serie y la manera que tienen de crearla. Yo os animo a que la veáis si no lo habéis hecho ya. Mientras tanto, aquí os dejo estos cinco puntos:

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Sagadestc

Reseña: Saga, de Brian K. Vaughan y Fiona Staples

El cómic es una forma de literatura (¡hala lo que ha dicho!) y como tal, voy a hacer reseñas de alguno de vez en cuando, sobre todo cuando se ajustan tanto tantísimo a mis propios gustos como escritora. Y es que Saga, la serie actual de Brian K. Vaughan (al que descubrí y con el que flipé leyendo Y: El último hombre), es una mezcolanza extraña de fantasía y ciencia ficción con personajes femeninos (y masculinos) que alucinas, algo de violencia cruda, sexo ocasional y cosas tan monas como esta:

ghus

¡Pasad, pasad y leed mi reseña de Saga, que no será para nada imparcial!

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fantasia urbana

8 subgéneros de fantasía que puede que no conozcas

¡Aaah, la fantasía! Ese género tan denostado y juvenil, con sus orcos, espadas mágicas y reinos que salvar. Esa etiqueta que hará que los literatos más aguerridos no toquen el libro ni con un palo. Esa maravillosa forma de evadirte de un mundo aburrido y soñar. Ese término que parece encerrar tan poca y a la vez tiene tanta variedad…

¿Cómo? ¿Variedad en fantasía? Sí, corazón. Aunque durante un tiempo la cabeza visible de la fantasía fuesen Tolkien y su luz contra la oscuridad, hay vida más allá de los caballeros buenos contra los monstruos malos. Seguro que tú ya lo sabías, pero es posible que no te hayas parado a pensar hasta dónde pueden llegar los subgéneros. Si crees que la fantasía no es lo tuyo, échale un ojo a esta lista antes de afirmarlo de manera tan rotunda. Si eres un lector habitual, te animo a que amplíes tus horizontes y pruebes algo fuera de tu subgénero preferido.

Que conste que esta es una lista muy corta y bastante resumida; además, los subgéneros tienden a solaparse unos con otros y llegado a un punto es difícil distinguirlos de la ciencia ficción. Te invito a quejarte de ello en los comentarios.

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Instinto animal: una antología de lobas y cambiaformas

instinto animal

La Editorial Café con Leche ya ha puesto en preventa la edición digital de Instinto animal. Para aquellos que me sigan, decirles que una servidora participa en la antología con el relato La promesa, y que la mayoría de los autores que también lo hacen han sido mi referente literario de los últimos años.

Por 4,99 € tienes 15 relatos de lo más jugosos desde una perspectiva femenina, dinámica y moderna sobre el mito de la licantropía y otras cambiaformas. Es una edición cuidada y muy mimada por la que Café con Leche se ha pasado los últimos meses rompiéndose los cuernos.

¡Échale un ojo en la página de Amazon!

Creación de mundos fantásticos (II)

En el artículo anterior comenté lo que me parece básico antes de comenzar. Una vez tengamos el esqueleto de lo que precisamos para contar nuestra historia, podemos empezar a meterle carne en los huesos.

Como en el proceso anterior, no hay un orden definido acerca de cómo debe hacerse. En mi caso, todo va surgiendo de manera orgánica y mediante, por así decirlo, sinergias. La religión da lugar a la política, que a su vez da lugar a la historia, que apoya de nuevo a la religión, y así.

5. Divide los territorios

Aunque en tu historia haya reinos, repúblicas o ciudades estado, voy a referirme al término como “país” para abreviar.

Una sola persona no puede gobernar todo el mundo. Incluso aunque sea el caso de un gobierno totalitario que se haya hecho con el poder absoluto, deben existir subdivisiones territoriales que permitan gobernar con éxito.

Todo país debe tener unas fronteras. Por lo general, las fronteras dependen de la orografía. La costa, un río, una cordillera… Nada dice mejor “párate aquí” que un accidente geográfico visible y de franqueabilidad complicada. Sin embargo, es muy improbable que todas las fronteras de tu país sean así. En el caso de España, es evidente que los Pirineos marcan el límite norte, pero… ¿qué pasa con Portugal? ¿Ceuta y Melilla? ¿Canarias? ¿Gibraltar? Estas fronteras provienen de la historia, los conflictos armados y las conquistas. Hasta hace 50 años poseíamos colonias en África. ¡Eso no es nada! Y, a día de hoy, aún se mantiene la tensión con Inglaterra por el Peñón de Gibraltar, algo que comenzó en 1713.

Cuando estableces fronteras distintas a las geográficas (y deberías), estás escribiendo sobre la historia del mundo. ¿Cuándo tomó el país A esa isla frente a la costa del país B? ¿Cómo? ¿Qué opinan ahora de ello? ¿Daría lugar a un conflicto si el país B quisiera recuperarla? ¿Y qué pasa si el país A pretende usar esa isla como punta de lanza para una invasión a gran escala?

6. Religión, religión, religión

No hay motivo más claro para alianzas y enemistades que la religión. No puedo pensar en ninguna civilización que no haya tenido alguna creencia espiritual más o menos compleja. Es algo que surge de la misma Humanidad. Aquellos que crean lo mismo se unirán para luchar contra los que creen distinto… y si entre los que creen lo mismo hay disidentes, vuelve a aparecer un conflicto. ¡Es una semilla de trama estupenda!

elantris

En Elantris, el tipo de rojo es un sacerdote que viene a convertir Arelon por las malas o por las buenas…

Cuando definas las religiones del mundo, debes pensar no solo en lo que tú sabes que ha ocurrido (porque, después de todo, es fantasía y hasta los dioses pueden ser reales), sino en lo que los fieles creen que ha ocurrido. A no ser que los dioses tengan influencia real sobre el mundo, lo más probable es que se erija un sistema eclesiástico cuyo objetivo sea expandir y reglar la doctrina religiosa… explicada por ellos mismos.

Hasta la llegada del monoteísmo, la espiritualidad se centraba en explicar los fenómenos naturales. Los primeros dioses fueron los astros del cielo. Después, la búsqueda de respuestas dio lugar a otros dioses menores. El politeísmo griego tenía dioses y semidioses para absolutamente todo, y los romanos no solo veneraban una versión distinta de estos mitos, sino también a sus ancestros. No tienes por qué cerrarte a lo que ya está más que mascado en la fantasía (generalmente, el politeísmo por esferas, à la griega). Prueba cosas diferentes e investiga.

7. Define a la gente

Te apuesto, a que si abres un libro de fantasía al azar y lees sobre la ambientación, vas a encontrarte con que la población es mayoritariamente blanca, humana/humanoide y sus creencias y filosofías son casi iguales a las del mundo occidental. No falla. Y no es que esté mal que sea así, pero… ¿por qué ceñirnos a lo que ya se ha hecho tantísimas veces?

Las etnias humanas son tan variadas como pueden serlo. A menudo somos capaces de distinguir la raza de otra persona a simple vista, pero no siempre. Estamos tan mezclados que sería muy arriesgado afirmar que nuestros ancestros se han parecido siempre a nosotros. La población ha sufrido cambios innumerables. Ha habido epidemias, inmigración, guerras e intercambios culturales. ¿Por qué no hacer lo mismo en tu caso?

Tal vez el país de tu historia tenga una mayoría de la etnia A, pero en una zona la etnia B sea muy habitual. La etnia C entró a formar parte del conglomerado de la población como refugiados de guerra. La cosa es no limitarse.

De igual manera, ¿por qué quedarse en la combinación humano/elfo/enano/mediano? ¿Por qué no probar un mundo solo de humanos, o solo de elfos? ¿Por qué no hacer de los elfos unas criaturas sanguinarias y bestiales en lugar de los seres etéreos que describió Tolkien? ¿Por qué no introducir una raza de reptiles civilizados? ¿Medusas flotantes y telépatas?

Recuerda: tu mundo no tiene por qué ser como otros mundos.

8. En lo posible, evita los maniqueísmos

Es muy fácil hablar de un Malvado Imperio del Mal y de un Reino del Bien Ilimitado. De una tierra dominada por los volcanes y las criaturas del caos y de otra de fértiles valles y verdes praderas donde reina la libertad.

Es muy fácil… y muy aburrido.

Para los reinos cristianos, los vikingos fueron bestias. Sus maneras de pensar nos son alienígenas incluso a día de hoy. Durante gran parte de su historia se dedicaron a invadir, extorsionar y saquear a sus vecinos, pero eso no significa que fuesen malvados. Sencillamente, el bienestar de sus familiares y seres queridos dependían de atacar otros territorios. Creían que hacían bien.

Para África, los europeos éramos langostas que llegábamos y arrasábamos, reconfigurando el paisaje y sus territorios como mejor nos pareciera. Nosotros lo hacíamos por el progreso y por enriquecernos. Nuestras religiones predican el amor y la compasión… y aún así cometimos atrocidades como la esclavitud.

La ganancia de un territorio es la pérdida de otro. Ningún país es absolutamente pacífico y bueno, y tampoco malo. Ninguna raza es buena o mala per sé. Los intereses a menudo chocan y eso genera el conflicto. No lo olvides.