El amor que leemos no es amor de verdad

Me ha venido a la cabeza algo que me dijo mi madre sobre mi abuela hace años. «Creció leyendo novelas de amor y cuando se casó y vio que no era eso, se desilusionó muchísimo». Esto me hace recordar el punto 20 del último artículo de Gabriella Campbell (que si no has leído te recomiendo porque es estupendo):

El amor que leemos no es amor de verdad

Parece una tontería tener que recordar que el amor que leemos y vemos por televisión no suele ser de verdad, pero es necesario. Muy necesario. Ya sabéis que pienso que la ficción moldea la realidad y la realidad moldea la ficción, así que consumir una idea hasta que sea asimilada por el imaginario popular puede ser beneficioso o perjudicial. Puede ayudar a que veamos la diversidad como algo natural, por ejemplo, o puede romantizar relaciones abusivas hasta el punto en que las niñas de catorce años vean normal que su novio las controle porque Hardin esto o aquello.

amor
«Para demostrar mi amor por ti, me he descoyuntado las cervicales.»

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Sobre el abuso del abuso

Aviso: Este artículo trata temas como el abuso sexual y emocional

La idea de este artículo, como muchos que vendrán, llega a raíz de una conversación con mis colegas de La Nave Invisible. No sólo hablamos de pizza, al fin y al cabo. Estábamos poniéndonos al día acerca de nuestras lecturas y confirmamos que había una alarmante proporción de violaciones y abuso sexual (generalmente a mujeres) tanto en literatura de género como en otro tipo de ficción. ¿Y eso por qué?

Podría parecer que no hay forma más sencilla de caracterizar a un personaje femenino que convirtiéndolo en víctima de abuso sexual. Una o dos agresiones y ya tienes a tu personaje caracterizado: o bien es un flan de nervios balbuceante y sollozante hasta el final de la novela, o una superviviente con la venganza en las pupilas y un odio feroz hacia los hombres. Es más: podría decirse que no sólo tenemos al personaje femenino caracterizado, sino que tenemos la trama completa. Después de todo, sabemos de sobra que violar está mal, ¿no?

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Destripando una de mis primeras novelas (I)

El otro día, hablando con Enerio Dima de lo horrorosas que eran nuestras primeras novelas, se me ocurrió que podía poner la guinda a este mes del egocentrismo iniciando un desfile de patetismo novelístico por el bien de la literatura universal. Porque yo también escribí una novela cuando tenía 16 años (en realidad escribí como cuatro en dos años, lo cual es toda una hazaña teniendo en cuenta que ya existía Internet. Lo que no existían, supongo, eran las redes sociales) que me da vergüenza releer y hasta mencionar, que acabé por cabezonería y que abandoné en un cajón y ni siquiera intenté corregirla jamás. Siempre supe que era bosta.

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3 detalles de worldbuilding que me vuelven loca

Parece que este mes me he puesto egocéntrica. Si ya hablé de las cosas que me interesaban y las que me echaban para atrás, hoy me toca ponerme picajosa con el worldbuilding. Si os gusta la creación de mundos fantásticos, no puedo hacer más que animaros a que os paséis por el blog de Alister Mairon, que es un hacha del tema. En este artículo voy a comentar algunas de las cosas que más me llaman la atención de los mundos fantásticos y que mejor me dan a entender que el autor sabe lo que está haciendo a la hora de crear su ambientación.

Como ya os he dicho, este artículo no es más que un «Pide por esa boca, Rocío». Seguro que a vosotros os fascinan otros puntos del worldbuilding. ¡Comentadme cuáles más abajo!

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5 clichés de fantasía que detesto (con todas mis fuerzas)

¡Alto ahí, que te veo venir! «A ver qué dice esta sobre las cosas que salen en mi novela», murmuras entre dientes, y al bajar por la lista tus pupilas se contraen al darte cuenta de que uno o varios de estos puntos están en tu novela. Ruges y me maldices, y corres a comentarme que quién me creo yo que soy para decir que tu novela de fantasía es mala.

Pues nadie. Probablemente no me haya leído tu novela. Probablemente ni siquiera sepa cómo se titula, o si existe. Quizás tu novela haga un uso ingenioso del cliché y lo subvierta. Quizás tu novela haga un uso literal del cliché y, a pesar de todo, no esté mal. O quizás tu novela sea mala.

No lo sé. No la he leído. Probablemente.

Como diría un sabio (?) barbudo: «No es el cliché el que hace mala la novela, pero es la mala novela la que quiere que los clichés sean la novela». O algo así. Si te acuerdas de mi artículo de la semana pasada, comentaba 5 cosas que me atraen irremediablemente hacia una historia. Eso no quiere decir que la atracción fuese a culminar en amor eterno. Si la novela tiene una magnífica descripción de una ciudad aérea en la que el protagonista asexual vive con sus veinte familiares, pero la trama es lo más insulso que te puedas echar a la cara, nuestro affaire está condenado tan pronto me dé cuenta.

Por el contrario, si la novela está acosada por un millar de clichés pero tiene virtudes tales que me permitan sobreponerme a la reticencia inicial, igual me acaba encantando. Yo que sé. Sorprendedme.

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