No voy a negar que el recibimiento de mi post de este martes me ha sorprendido. En él, me he dedicado a enumerar los puntos que se supone que tienen los personajes femeninos fuertes (mal entendidos) de manera sarcástica y satírica en un intento de dejar claro que NO era lo que había que hacer. Hasta me metí con Sansa. ¡Con Sansa! Yo, que soy sansista total y que creo que su personaje es tan interesante como el de Arya, o quizá más. Sin embargo, no han sido pocos los que se han cabreado por el post y me han hecho llegar su ira (difuminada en cuanto veían que el post no iba en serio). De esto saco dos cosas: una, que la confianza en mi propia capacidad para hacer entender mi sarcasmo me puede jugar malas pasadas y que dos, la Ley de Poe es demasiado cierta. (Y tres, que la gente en Internet tiende a leer en diagonal, pero eso ya lo sospechaba.)
Este artículo es mi argumentación real sobre un punto que me parece importante hacer destacar: Los personajes femeninos fuertes no son mejores ni peores que los débiles. Deberíamos dejar de hablar de personajes fuertes y pasar a personajes interesantes, porque hasta la princesa más cobarde puede protagonizar una historia cautivadora si tiene chicha.
Así pues, empiezo: